viernes, 16 de diciembre de 2016

"SEGUIMOS DISCUTIENDO FOTOS EN LUGAR DE UN PROYECTO DE PAIS"

El Cronista

En medio de la discusión por Ganancias, el dólar vuelve a tomar temperatura. Luego de la fuerte corrección del tipo de cambio oficial en diciembre del año pasado, el valor del billete parecía haberse estabilizado en una franja en torno de $ 15. Ahora, ya por encima de los $ 16, reaparece la discusión acerca de si este es el tipo de cambio de equilibrio. Debate difícil de zanjar: ya que incluso está en duda la existencia de éste concepto: ¿existe el tipo de cambio de equilibrio?
Un tipo de cambio estable en economías con mercados incompletos como la Argentina, es condición necesaria para llevar adelante la actividad productiva. No obstante, su valor funciona como variable de ajuste para compensar la ganancia o pérdida de productividad relativa a otros países y/o para corregir distorsiones impositivas, problemas en los mercados de factores y otras fallas que puedan existir.
Es innegable que la industria manufacturera sufrió el atraso cambiario durante el período 2008-2015, en el cual el país depreciaba la moneda a un ritmo promedio del 10% respecto al dólar, mientras los salarios del sector subían al 26%. Muchos sostienen que el aumento de los salarios en dólares podría ser ‘consistente‘ si es acompañado por un incremento de la productividad laboral, lo cual no sucedió: la misma creció a un ritmo apenas del 2,4 % anual, lo que generó un cambio en la estructura de costos de las empresas del sector. Implícitamente estamos haciendo referencia al Costo Laboral Unitario: el costo en términos de salario (en dólares para permitir una comparación internacional) de producir una unidad de producto.
Este indicador comprime información de la dinámica salarial, cambiaria y de la productividad laboral. Depreciaciones cambiarias reducen el costo salarial en dólares mientras que aumentos de la productividad laboral implica mayor una cantidad de bienes producidos por cada empleado o lo que es lo mismo, menos empleados por cada bien (entonces el componente salarial del bien debería caer, dado el salario).
En los últimos años costo laboral fue ganando participación en relación a cada unidad producida y la brecha entre salarios y tipo de cambio que ha sido menos que compensado con el aumento de la productividad laboral del sector industrial.
Cabe la comparación entre Brasil y Argentina, toda vez que de algún modo somos competidores a la hora de recibir inversiones productivas. Evaluando el aumento de los costos en moneda extranjera en ambos países, y luego de corregirlos por productividad, podemos tener un índice que nos permite revisar la evolución en el tiempo de esta variable.
Si tomamos los niveles del año 2003 del costo laboral unitario relativo a Brasil, el tipo de cambio con el dólar debería estar por encima de los $ 22 (todo lo demás constante). Aquel año luce injusto como punto de comparación porque Argentina mas que un país era el club del trueque. Pero si consideramos 2008, según esos parámetros dólar hoy debería cotizar a $ 20 (todo lo demás constante) .
Pensar que se puede modificar un precio relativo sin efectos en el resto de los precios y volúmenes de producción es ingenuo, este valor nos da una referencia acerca de qué tan alejado está el sector manufacturero respecto al pasado reciente, no una recomendación de política económica.
El cálculo tampoco contempla la evolución de la presión tributaria en relación al PBI, la cual ha crecido mas de 10 puntos porcentuales en Argentina, mientras que en Brasil el incremento apenas rozó los 4 puntos. Esta carga sobre el sector industrial y la economía en general no se condijo con una oferta de bienes y servicios por parte del Estado, lo cual podría haber generado un impulso a la productividad requiriendo menos trabajo del tipo de cambio.
En resumen, el nivel de tipo de cambio actual aún luce atrasado pero pedir un tipo de cambio real alto es la contracara de pedir salarios bajos. Argentina tiene que debatir el camino a recorrer: las depreciaciones discretas del tipo de cambio nominal, lejos de ser la panacea del policy maker, ofrecen un alivio transitorio a la restricción externa (debido a la resistencia del salario real) mientras que deprimen la demanda agregada.
Los tiempos de la productividad son más lentos pero presentan un camino sustentable a recorrer. La capacidad de conquistar nuevos mercados, generar escala y reducir los costos medios de producción son claves, pero el Estado debe estar atento a acercarle financiamiento, capital humano y recursos a un sector que ha logrado una ganancia de eficiencia por debajo del resto de la economía en la última década.
Dicho esto, el mejor modo de retomar competitividad sin recaer siempre sobre los salarios, sería reducir la presión fiscal sin una mayor tasa de interés. Es decir bajar impuestos sin pedir prestado. ¿Cómo se hace? Pensando nuevamente la estructura tributaria y el nivel de gasto del país. Claro que ahí hay que trabajar mas que discutir quién se ubica mejor en la foto. Ese es el verdadero desafío de la Argentina.