viernes, 18 de noviembre de 2016

"ACOSTUMBRANDONOS A LOS CISNES NEGROS"

El Cronista
La victoria de Donald Trump en las presidenciales de Estados Unidos constituye lo que se conoce como "cisne negro". Por un lado, fue un evento altamente improbable ex ante; con el establishment mediático jugando en su contra como nunca había sucedido en ninguna campaña y las encuestas, dando como amplia ganadora a Hillary Clinton.
Otra característica de estos eventos es que son bastante racionalizados ex post, vistos en retrospectiva: ahora se habla del evidente descontento de los norteamericanos con el político convencional encarnado por la candidata demócrata. Finalmente, fue un evento que tuvo impacto tanto en los mercados bursátiles y cambiarios de manera inmediata y cuyas consecuencias de mediano y largo son todavía imposibles de anticipar con certeza.
Fue el cisne negro más impactante del año pero no el único: el Brexit tampoco había sido anticipado y terminó provocando alta volatilidad y movimientos desordenados en los mercados financieros. Ante este viraje nacionalista la alarma acerca de eventuales cisnes negros en el horizonte como Marine Le Pen en Francia y Boris Johnson en Gran Bretaña, sigue encendida. Sin embargo, hablar de cisnes negros anticipados es un oxímoron: su característica fundamental es que son eventos altamente improbables.
Lo ocurrido hasta ahora podría llevarnos a concluir que estamos en un mundo en el que los nacionalismos conservadores se fortalecen en desmedro de las social-democracias en los países de Occidente. En este marco, esos potenciales cisnes negros que mencionamos se deberían ir tornando más bien en el color natural de aves que ya no serían tan raras.
No obstante, este cambio de régimen hacia un mundo más conservador no es algo certero sino una conclusión en base a pocas observaciones de una realidad que percibimos parcialmente a través de escasas señales, algunas de las cuales pueden estar siendo mal interpretadas y conducirnos a conclusiones erróneas.
Con la información disponible no podemos pensar en términos de un modelo conocido donde la incertidumbre pasa por las distintas probabilidades –cuantificables– asociadas a los distintos estados del mundo conocidos en el futuro (riesgo en términos de Frank Knight).
No sabemos ciertamente qué tanta holgura tendrá el próximo líder de los Estados Unidos (que asume en tan sólo dos meses) para cumplir sus promesas de campaña y si realmente está decidido a hacerlo, ni mucho menos cuáles serán sus consecuencias en el orden internacional.
Esta exacerbación de la incertidumbre fundamental hace que las reglas de decisión de los agentes se empiecen a resquebrajar. La imposibilidad de poder planificar los eventos futuros lleva a los agentes económicos a tomar distintos caminos para elaborar su toma de decisiones. De no confiar más en sus propios juicios acerca del futuro, un agente puede seguir el comportamiento convencional, es decir, ver qué está proyectando el resto y copiarlo.
El problema con los cisnes negros es que justamente ocurren cuando las encuestadoras, medios de prensa y mercados fallan a lo grande y su poder predictivo se pone en tela de juicio. Siendo optimistas podemos pensar que estamos en un proceso dinámico, donde los mercados en su conjunto aprenden de los cisnes negros. En los últimos días los mercados han ido en favor de una expansión en los Estados Unidos, ¿cuáles podrían ser los drivers?
Las promesas de mayor gasto en infraestructura sumado a recortes impositivos de llevarse a cabo estimularían la economía norteamericana, mejorando los beneficios esperados de las empresas (todo lo demás constante).
Respecto de la tasa de interés de Estados Unidos podrían decirse varias cosas. En principio, ya se venía tanteando un leve aumento de tasa de interés para diciembre independientemente del ganador de las elecciones. Pensando en las consecuencias de este paquete de estímulos de Trump, en una economía próxima a su producto potencial (el nivel de producto consistente con el pleno uso de los factores productivos) como la norteamericana generarán una presión sobre los precios. Como la inflación norteamericana se encuentra próxima al 2% que tienen por meta, un eventual recalentamiento de precios llevará a la FED a subir los tipos de interés de referencia de política monetaria.
Por otro lado, el aumento del gasto y la caída de impuestos se traducen en un mayor déficit fiscal que será financiado con deuda del Tesoro. El aumento de oferta de deuda se traduce en una disminución de su precio, o lo que es lo mismo, un aumento de la tasa de interés.
Las principales dudas vienen del lado comercial. Las Cadenas Globales de Valor tienen a Estados Unidos como un nodo principal dentro del proceso de producción mundial. Una eventual guerra de tarifas podría desencadenar consecuencias de escala inimaginable que impactarían en la estructura y volúmenes del comercio y la productividad laboral a nivel global. Si hay un cisne negro del cual cubrirse sin dudas ese debería ser el mas importante.

viernes, 4 de noviembre de 2016

"ARGENTINA ENTRE UNA AMIGABLE HILLARY Y EL CONSERVADURISMO DE TRUMP"

El Cronista
Bastante se ha escrito tratando de trazar posibles cursos de acción respecto de quién gane la elección estadounidense, tanto en el orden político como económico a escala local y regional. Un eventual triunfo de Donald Trump obliga a repasar cuáles son las diferencias conceptuales entre Trump y Mauricio Macri, que en términos de su visión respecto a la economía global, al menos en el discurso, son diametralmente opuestos.
Por un lado, la consagración de Trump significaría ese volantazo final de un mundo que viene con las luces de guiño puestas hacia el conservadurismo desde hace un tiempo. La clase trabajadora de los países desarrollados parece no estar gozando de los frutos del desarrollo y el descontento toma la forma de un nacionalismo conservador y proteccionista.
En Estados Unidos desde el año 2000 el PBI per cápita creció a un ritmo promedio de 1% anual, mientras que la distribución funcional del ingreso fue cada vez más desfavorable: las remuneraciones al factor trabajo representaban el 64% de los ingresos en el año 2000 (consistente con el promedio histórico) mientras que las estimaciones más recientes marcan un descenso hacia el 60%. Es decir, no está en cuestionamiento la capacidad del capitalismo de generar valor agregado y riqueza sino su distribución.
El nacionalismo creciente con Marine Le Pen en Francia, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y algunas manifestaciones anti inmigratorias en el sur de Europa que ya tienen su correlato en la primera caída del comercio internacional (-0.8% segundo trimestre 2016) luego de la segunda guerra mundial, aún con una economía creciendo (aunque poco) a escala global como este año.
Desde el sur del mundo, Cambiemos es una de las pocas fuerzas políticas emergentes que se muestra optimista respecto de la globalización. En este sentido, una eventual victoria del candidato republicano no sería inicialmente positiva para la agenda macrista, intensamente abocada a potenciar las relaciones internacionales con los países desarrollados. De hecho, hubo claras señales en favor de Hillary Clinton por parte de la canciller Malcorra y el mismo presidente Macri.
Las declaraciones de Trump, ciertamente anti inmigratorias, por un lado así como fuertemente proteccionistas por el otro, no parecen alentar la posibilidad de una actitud proactiva respecto de caminos de mayor intercambio comercial en caso de un triunfo del magnate neoyorquino.
No obstante, vale la esperanza de pensar que tal vez estemos ante lo que en 1986 planteó Raúl Baglini como su teorema, indicando que más se acerca un candidato al poder, más al centro tenderá su comportamientos. ¿Puede Estados Unidos darse el lujo de no participar del comercio internacional de bienes cuando producirlos domésticamente tendrían un costo mucho mayor? ¿Puede no recibir inmigrantes que reducen el costo de producción de varios servicios no transables?
Si Trump realmente actuase cómo se propone, las consecuencias para la economía global y por añadidura, para la Argentina, redundarían en pérdidas de ganancias por comercio.
Por otro lado, Hillary Clinton, de larga carrera pública y experiencia internacional, sería en teoría más amigable para el plan del Gobierno argentino. Primero porque es la continuidad del partido que está actualmente en el poder con el cual ya se avanzó y en segundo lugar porque así lo manifestó en su campaña dónde se mostró a favor de la profundización de las relaciones comerciales con sus socios uno de los cuales es Argentina. ¿El teorema de Baglini no podría operar para el caso de la candidata demócrata? ¿Podría revelarse más conservadora de lo que realmente se mostró? Es una respuesta difícil de contestar. Por un lado su estilo es poco versátil y perdería mucho del apoyo logrado aunque si la elección concluye en su favor, pero con resultados ajustados, recibirá presión de una porción de la población que levanta la bandera del nacionalismo y que hoy dividen aquel país de una forma pocas veces vista.
Vale decir que la percepción de los mercados respecto de un posible triunfo de Trump, ha impactado en el precio de los activos, deprimiendo los mismos al tiempo que se ve cierto vuelo a la calidad, con aumentos en el precio del oro y los bonos estadounidenses. Todo ello supone noticias que no son buenas para nosotros al menos en el corto plazo.
Por un lado aumentaría la volatilidad, lo cual se puede complementar con una presión moderada sobre el tipo de cambio y una caída en el precio de nuestros bonos. Esto a su vez implica un aumento en la tasa de interés, lo cual es malo para la inversion. El escaso nivel de participación argentina en el comercio global, así como un volumen de comercio exterior aún pequeño respecto del total del producto, presentan un desafío que a partir del martes que viene puede convertirse en una tarea mucho más ardua si, como dicen, quien triunfa se preocupa más por levantar muros que por construir puentes.