domingo, 1 de junio de 2014

Para El Tribuno de Salta - “Un intendente no debería mendigar un cordón cuneta a la Nación”



En su última visita a Salta, el economista Matías Tombolini consideró importante modificar el sistema de coparticipación. Dijo que en el norte, el trabajo en negro presenta un desafío a resolver, acorde a las particularidades de las pymes. El reconocido y mediático profesional sostuvo que “la Argentina no está como nos relatan desde el Gobierno en ese cuentito rosa, pero tampoco está prendiéndose fuego”.

¿Cómo evalúa la situación de la economía argentina?

Sigo creyendo, al igual que en los últimos meses, que la Argentina no está de ninguna manera como nos relatan desde el Gobierno en ese cuentito rosa, pero tampoco está prendiendose fuego como, a veces, la oposición lo quiere hacer ver. El país transita un camino con turbulencia severa, con un ajuste de carácter tradicional.

Pese a que, en su discurso, el Gobierno se distanció de las políticas económicas ortodoxas...

Después de que el Gobierno pierde las elecciones internas simultáneas, abiertas y obligatorias (PASO) en agosto, empiezan a implementar un ajuste de carácter tradicional. La fase más fuerte se vio el 24 de enero, cuando se consolida la devaluación. Vemos un alineamiento con los centros financieros internacionales. Esto es claro a partir de los juicios del Ciadi (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas e Inversiones), el acuerdo con Repsol por YPF, el acercamiento al Club de París y al FMI, implementando un índice de precios un poco más realista. Y han desplazado a Guillermo Moreno del comando múltiple que tenía la economía.

En el plano local, se duplicaron las tasas de intereses, se redujo la emisión monetaria, se implementó una devaluación. Claramente hay un ajuste de carácter monetario y fiscal.

La política de ingreso del Gobierno, que había tenido hasta aquí como su caballito de batalla, brilla por su ausencia. Vale reconocer la política de ingresos que significa el plan Progresar. Pero más allá de eso, tenemos un ajuste de las jubilaciones que está por debajo del ajuste de los precios. Se ajustó a la recaudación del segundo semestre de 2013 y la realidad es que los precios subieron más en enero, febrero y marzo. De modo que las jubilaciones han tenido un ajuste de poco menos del 12 por ciento, que no compensa la pérdida de poder adquisitivo.

Es evidente un impacto en el nivel de consumo...

La Cámara de la Mediana Empresa, que no se la puede tildar de opositora, indicaba para el primer trimestre del año, una caída en ventas del orden del 5,9 por ciento en unidades. En cuanto a la venta de autos, se derrumba estrepitosamente, más del 20 por ciento. Cada sector merece un análisis particular, pero lo cierto es que la ralentización de la economía es la consecuencia directa del proceso de ajuste que el Gobierno está implementando. Hay un pedido de La Casa Rosada, además, sobre un techo del 30% en las paritarias. Creo que la inflación superará ese porcentaje.

Es llamativo que YPF aumente el precio de sus combustibles, a mismo tiempo que el Gobierno expone índices de inflación más bajos.

Es interesante. Cuando se dio la devaluación, Juan José Aranguren, presidente de Shell, pedía un aumento del 12 por ciento. Finalmente el trimestre acumuló un 25 por ciento. Aranguren hoy podría ser un militante del PO si lo comparamos con lo que terminó incrementando el precio de la nafta. El tema de los combustibles es central y explica porqué la inflación no se contiene con una lista de precios del supermercado. Un 8 por ciento de aquellas cosas que compramos deviene de la logística si se trata de una gran empresa. En cambio, si el producto es de una pyme, un 20 por ciento representa ese costo. Cada vez que aumentan los combustibles hay un impacto inflacionario que es imposible de moderar.

En tu libro “Todo lo que necesitás saber de economía”, marcás una diferencia entre crecimiento y desarrollo. En el interior, en Salta particularmente, es clara la diferencia. ¿Por qué la Argentina no pudo pasar a la etapa de desarrollo?

La Argentina no termina de resolver las cuestiones de largo plazo. Eso ocurrirá cuando la dirigencia empiece a pensar más en la próxima generación que en la elección venidera. Así podremos tener políticas de desarrollo que no pagan electoralmente, pero agregan valor en términos sociales. Es necesaria una profunda reestructuración en términos de la recaudación tributaria y una reforma del sistema educativo. No solo se trata de volcar recursos sino de evaluar la calidad docente y recomponer la relación entre educadores y padres.

En materia de transporte, que es la gran deuda de la democracia argentina, seguimos con un esquema abanico, en vez de que las redes de ferrocarril tengan forma de una telaraña. Claramente es un sistema de transporte pensado desde el siglo XIX para la extracción de riquezas del Alto Perú hacia los puertos de Buenos Aires. En esa materia, no hubo una revolución.

En general en el país, las políticas tendieron a llevar la capacidad instalada a su máximo uso. Es decir lo que fabricamos es lo máximo que podemos. Nadie se preocupó por correr las fronteras de posibilidades productivas de la Argentina. Hablo de mejores rutas, más caminos, sistemas integrados de información y un transporte polimodal, que incluya barco, tren y camión.

¿Urge un esquema que contemple las realidades productivas?

Hay que entender que la mejora de la distribución del ingreso sostenible en el tiempo tiene que venir de la mano del aumento de la productividad, no solo de la producción. En euros, los alemanes ganan más que los españoles porque son más productivos. Con los mismos insumos y máquinas, terminan fabricando más remeras que un español. ¿Son más inteligente? No. Solo tienen más integrado todo su entramado productivo, de modo tal que con los mismos recursos fabrican más. Por lo tanto, el trabajador tiene la posibilidad de acceder a un mayor salario.

La pregunta es cómo mejoro la productividad en Argentina. Es un debate que ni siquiera nos hemos dado. Estamos muy lejos de eso. El corolario es que después de diez años de crecimiento, y no tanto de desarrollo, vemos un montón de nuevos inquilinos con LCD nuevos y, tal vez, un auto nuevo. En contrapartida, hay muy pocos nuevos propietarios de departamentos. El resultado de este proceso de Gobierno, el más largo de la historia, es que muchas cosas mejoraron, hay que reconocerlo: se recuperó el salario real, hubo una extensión de derechos, la asignación universal por hijo y la estatización de YPF y de los fondos jubilatorios que tenían las AFJP. Son un montón de virtudes pero queda mucho por hacer.

¿Por qué sigue alto el nivel de trabajo en negro?

El trabajo en negro está en el orden del 34 o el 35 por ciento en la Argentina. En las provincias del NOA representa un desafío sustancial.

A la problemática del trabajo hay que entenderla integralmente. Creo que se debe avanzar con políticas punitivas para aquellos que contratan en negro, pero hay que dar oportunidades. Tiene que haber un entendimiento, por ejemplo, teniendo en cuenta las más de 8.000 pymes que tiene Salta o las de 5.000 micro pymes. Para esos emprendimientos, la regularización de la situación laboral de los trabajadores tiene un costo distinto que el de una gran empresa que cierra acuerdos con los gremios.

A veces, el pequeño empresario es un autoempleado que tiene una persona para trabajar. En ese marco, se hace muy cuesta arriba. De modo que falta pensar alternativas que reconozcan la diversidad del entramado de la pequeña y la mediana empresa. Es necesario pensar políticas de empleo y para el blanqueo del trabajador, pero que tengan algún tipo de incentivo sumado a la pena por no cumplir. En los países desarrollados, cumplir es más negocio que incumplir. En Argentina vemos que el incentivo para pagar los impuestos es bajo. Hoy un evasor puede ingresar en el blanqueo y se generan situaciones altamente injustas. Deberían garantizar que en el horizonte cercano no premiarán al que incumplió.

¿Qué puntos concretos justifican una reforma tributaria?

Hay que discutir a fondo la ley de coparticipación federal o al menos aplicarla. En Argentina se la implementa de un forma muy particular. Tenemos una Nación rica y provincias pobres. Se debe estudiar cómo generar un modelo de coparticipación en función de un país federal: reconocer la preexistencia de las provincias al Estado nacional. Avanzar hacia un modelo en el cual el intendente no tenga que mendigar un cordón cuneta en el ministerio de Planificación Federal. También que los recursos vayan en forma automática a las provincias y de ahí a los municipios. Se deben contemplar premios y castigos, teniendo en cuenta el comportamiento fiscal, entre otros aspectos. Esto sería muy sano porque le quitaría discrecionalidad al giro de los fondos. Sería, además, un paso adelante en el ejercicio de la democracia, en la construcción de ciudadanía.

¿Con conductas ortodoxas se puede mantener el cepo cambiario?

El cepo cambiario y la intervención del Indec han sido dos de las peores medidas de política económica de los últimos 20 años. Me parece que el Gobierno, para desarticular el cepo cambiario tiene que poder acceder a una fuente de dólares que no tiene. Además, el fin del cepo no implica que fulano tenga la posibilidad de comprar libremente, sino que las empresas puedan girar dividendos al exterior. Si hay más gente que compra de la que vende pueden pasar dos cosas: el Banco Central pone la diferencia y el precio no se mueve, o no hace nada, y el va lor sube.

Escenario para el próximo gobierno

El próximo gobierno puede tener una situación mucho mejor de la que se supone. Parece que la Argentina se está poniendo a la moda con los mercados internacionales. Desde Urtubey, Massa, Scioli y hasta Macri fueron al Consejo de las Américas, en Estados Unidos. No deja de ser una señal. Aunque veamos momentos turbulentos hoy, los mercados no miran la tapa de los diarios, sino que la construyen, se anticipan. Si la Argentina muestra que va a un camino promercado, seguramente podrá cumplir todos los compromisos y empezará a percibir inversión extranjera. El próximo período de la Argentina podría tener una bonanza importante. Por supuesto, si primase cierta disciplina en materia fiscal. Esto sin que implique un recorte de gastos, sino hacerlo de mane ra más eficiente

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