domingo, 25 de septiembre de 2011

El debate de los “intelectuales” sobre como “salvar el modelo”

Días atrás se reunieron en la isla de Lindau, al sur de Alemania, 17 premios Nobel de Economía. Si bien el evento no es nuevo, el tema central si lo fue: Cómo evitar que Estados Unidos y Europa caigan  en la peor crisis de los últimos 70 años.
La voces imperantes fueron las de siempre. Lo que se escuchó de ellos, también.
Resulta llamativo que ante problemas similares se sigan aplicando las mismas soluciones y sin embargo se esperen resultados diferentes.
Es asombroso ver que se sigan promoviendo el tipo de recetas del estilo de las que aplicó el FMI en la Argentina.
Para la mayoría de estos intelectuales ,la generación de empleo, y el sostenimiento de la demanda interna, siguen siendola consecuencia de la aplicación de sus recetas  en lugar ser la causa del crecimiento y a la postre del desarrollo económico.
Es evidente que la disciplina fiscal es un elemento decisivo en la sustentabilidad de un sendero de crecimiento y  no caben dudas que la inflación lastima y erosiona el poder de compra de las clases menos favorecidas. Ahora bien,  cabe preguntarse, si a la luz de los acontecimientos sociales en países como Grecia, Inglaterra y  España no serían necesarias estrategias que consideren la prevalencia del empleo y el consumo domestico por encima de las variables que la ortodoxia considera primordiales. 
Las teorías económicas del mundo que viene deberían incorporar el  ejercicio de “escuchar” a los sujetos de análisis, además de representar su comportamiento en formulas sobre un papel. Modelizar la economía implica realizar supuestos y simplificaciones que pueden resultar incongruentes con la realidad. Como por ejemplo la flexibilidad de los  salarios lo cual  permitiría que la gente este dispuesta a trabajar por ingresos miserables.
En la Argentina eso lo sabemos bien, no sea cosa que los intelectuales del mundo económico terminen  bailando el vals mientras se hunde el barco, a la vez que la gente para quien escriben, prende fuego sus libros para mostrar la ira de aquel que  todo lo ha perdido. Allí, en la vida real y mas allá de los márgenes de las prolijas hojas de los ilustrados. 

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